jueves, 3 de noviembre de 2016

Mi pensamiento

Cuando el sol eleva su figura imponente sobre los majestuosos picachos andinos o las nieblas cubren con su tenue y misterioso velo los campos de esta patria amada, cuantos de nosotros con una caña o una escopeta al hombro y un morral terciado lleno de ilusiones, nos dirigimos hacia los verdes valles, las empinadas cumbres o los serpenteantes y maravillosos ríos y lagos que adornan y riegan nuestro terruño, nos sentimos dueños del mundo, liberados de todo lo que significa rutina, encierro o problema del diario vivir. ¿Qué es lo que nos guía hasta allí?, ¿Cuál es la secreta fuerza que nos impulsa?, algunos pensarán que es el deporte, otros, el afán de llenar el bolso para proveer el hogar, yo creo que ambos se equivocan, no es lo uno ni lo otro, la llama viva que nos mueve se esconde en el fondo de nosotros y es la misma que empujó a nuestros antepasados milenarios a salir de las profundidades de las cavernas, en pos de las presas que eran su diario sustento, somos sus herederos, en  nosotros está aún brillando esa llamita que ellos encendieron, somos pues depositarios y guardadores de las más viejas tradiciones del ser humano.

La caza y la pesca se identifican con el hombre a través de los cientos de miles de años de su azarosa existencia sobre el planeta, ¿por qué se unieron las dos primeras familias en un día ya perdido en la noche de los tiempos?, si no fue para luchar por su sustento y protegerse, comprendió nuestro antepasado que sólo no podía cazar y a la vez defenderse de los inmensos animales que poblaban la tierra en esas lejanas edades y se unió a otros, formó clanes, tribus, aldeas, villas, etc., hasta llegar a la organización ciudadana de nuestros días, en aquellas épocas muchos morían en la empresa, sus armas eran piedras, palos, coraje y arrojo, en nuestros días la ciencia y la técnica nos proporcionan medios maravillosos para practicar la pesca y la caza, ya no arriesgamos la vida como ellos y nuestro alimento ya no lo constituye lo que obtengamos en esas jornadas, pero aquí estamos en esta tarde hermosa, como en  los viejos tiempos, hasta aquí nos ha traido esa fuerza irresistible que se esconde en el archivo más remoto de nuestra conciencia, como en el pasado un fin nos une, pero aquí ya no empuñamos las piedras y las lanzas para ir gallardamente tras las grandes bestias, nuestras armas son hoy, en esta tarde, la amistad, la unión y el afecto, con los que no llenaremos canastos ni morrales, pero si nuestros corazones.

Brindemos amigos para que nuestra semilla siga en la tierra y siempre haya cazadores y pescadores, por que solo de esa forma existirá la verdadera amistad y el compañerismo.

Levanto mi copa por todos y cada uno de ustedes, por los que hoy no pudieron llegar hasta aquí y también por los que físicamente nunca más podrán estar con  nosotros, pero que vivirán eternamente en nuestros corazones.

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