martes, 29 de noviembre de 2016

Añoranzas

Atrás quedaron las rojas tierras del anciano cacique Lemún, descendiente de indomables mocetones que mantuvieron a raya, durante siglos, a la cruz y a la espada, atrás quedó la vieja y humosa capital de Don Pedro y Doña Inés, atrás quedaron las interminables plantaciones de pinos y eucaliptus, que ahogaron y reemplazaron los verdes follajes de ese paraíso que fue la altiva y sacrificada selva araucana, tapizada en el pasado de frondosos raulíes, esbeltos pellines, olorosos laureles y tantos más. Atrás quedó el escarnecido Bío-Bío, regado de lágrimas ancestrales, atorado de arena, heces y malolientes residuos de las grandes fábricas, atrás quedó la Patagonia gélida, imponente y hermosa, la Trapananda de los sueños, donde las almas de Tehuelches, Chonos, Yaganes y Alacalufes vagan desconsoladamente por los yermos páramos y las desmembradas costas.

Ahora aquí, donde como telón de fondo se yerguen las imponentes fraguas de vulcano, siempre emponchadas de nubes y con sus pies bañados por el dulce mar de Pérez Rosales, pienso que los años han pasados raudos, ¡diría más!, veloces, tan veloces como si no fuera cierto, han transcurrido más de diez lustros, desde que bajo la corona de hierro del encajonado y alegre río Malleco, después de refrescantes baños, junto a tantos amigos de la infancia, me tendía de espaldas en las piedras o en la arena, envuelto en la calidez del sol estival, hilvanando sueños, mirando pasar raudas las nubes de mil formas, compitiendo veloces por esa cancha azul del cielo infinito, pensando con deleite en las rojas cerezas de diciembre, en el juego de la tarde, en las onces con galletas de miel, en las manos de mi madre y tantas cosas ingenuas que llenaban dulcemente  mi vida en ese lejano entonces. Pero todo lo barrió el tiempo cruel e implacable, toda esa infancia dichosa se hizo trizas con la dura realidad de la vida, tempranamente se fue mi madre, los amigos crecieron y desaparecieron, pero esos recuerdos luminosos, verdaderas joyas de la juventud, permanecerán atesorados para siempre en el mejor rincón de mi memoria.

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