domingo, 4 de diciembre de 2016

Natri

El nombre de una bebida medicinal tan amarga y efectiva contra la fiebre que encabeza esta historia, también corresponde al de un pequeño lago ubicado en la mítica isla de Chiloé y es probable que entre sus cuentos de aparecidos y fantasmas, se señale que por las noches de invierno oscuras y tempestuosas salgan volando de el traucos y caleuches, pero también en sus frías y oscuras aguas se esconden grandes cantidades de hermosos peces y con mi grupo "Los Magníficos" fuimos a tratar de capturar algunos a finales del mes de noviembre del año 2002.

Este equipo de aventureros pescadores se formó a comienzos del año 1980 y partió integrado por funcionarios activos del Banco del Estado de Chile que laborábamos en Santiago, a través del tiempo hemos realizado innumerables y recordadas expediciones de pesca a ríos, lagos, lagunas y cualquier espacio que tuviera un poco de agua, ha transcurrido el tiempo inexorablemente, ahora estamos todos pensionados y treinta años más viejos, algunos ya se han ido para siempre, pero el espíritu y las ganas nunca se nos acaban. 


En esa oportunidad arrenamos un par de cabañas a orillas de ese hermoso lago, donde llegamos doce participantes, todos encabezados por Don Vini (Américo Vinicio Aguayo Vicencio), un gran personaje y uno de los mejores hombres que me ha tocado en suerte conocer, asistieron además en esa oportunidad: Augusto Julio, Raúl Núñez, Roberto Urrutia, Marcelo Navarrete, Vicente Pantuci, Manuel Segovia, Eugenio Arriagada, Paolo Moneti, José Muñoz, Johnny Stone y el suscrito.

Durante el transcurso de nuestra estadía en ese bello lugar, aconteció un hecho que muy de tarde en tarde ocurre y es que un pescador avezado, se transforme en pescado y fue lo que desafortunadamente le ocurrió a Roberto, mientras con  mucho entusiasmo pescaba cerca de unas jaulas de la piscicultura, al efectuar una maniobra de lanzamiento, se ensartó un anzuelo en el dedo gordo de la mano izquierda, este le penetró profundamente y no se lo pudo retirar, por lo que hasta ahí llegó ese día de pesca, su compañero hizo andar el motor del bote y rápidamente salieron a la playa, desde ahí posteriormente fue trasladado en camioneta hasta el hospital de Castro, lugar donde después de una difícil intervención quirúrgica le retiraron este acerado elemento. Como recuerdo le quedó una cicatriz, que con el tiempo seguramente casi se le habrá borrado, pero lo que nunca se va a ir de su mente, es el recuerdo de la rapidez y diligencia con que el grupo, en su totalidad, se movilizó para sacarlo con bien de este doloroso trance.

Estuvimos instalados ahí pescando alrededor de una semana y nos fue bastante bien, tanto en la pesca, como con el copete, la convivencia, la amistad y también tuvimos el agrado de disfrutar, una vez mas, de la rica comida chilena e italiana, preparada esmeradamente por los dos grandes y distinguidos maestros del arte culinario con que la cofradía, afortunadamente, cuenta entre sus filas: Vicente Pantuci y Paolo Moneti, tampoco puedo omitir en esta oportunidad, reconocer que Manuel Segovia, como siempre, nos deleitó con sus deliciosas salsas, canapés y pisco sours, finísimos manjares que prepara como nadie.

El día del regreso y término de la pesca, correspondió a un domingo, salimos después de doce en cuatro vehículos, primero lo hizo el Cucho y su equipo, segundo partí yo acompañado de Roberto y Raúl, detrás de nosotros se colocó Don Vini en su camioneta, la cual acarreaba el carro con su lancha, cerrando la caravana nos siguió Marcelo en su 4X4. 

En atención a que Miguel Luarte, colega, amigo y también pescador veterano, nos invitó a que pasáramos a visitarlo a su casa ubicada en la zona de Cucao, nos apartamos de la ruta principal y por un camino ripiado en regular estado, llegamos hasta el lugar acordado, pero no había nadie, por lo que en esa oportunidad le erramos de frentón el palo al gato, ya que pensábamos degustar un rico curanto con un asado de cordero de yapa y tuvimos que conformarnos con lo poco que consiguió el Cucho Julio y los sándwiches que llevábamos por si acaso.

Después de este magro tentempié, yo partí un poco intranquilo debido a que no tenía bastante combustible y esperaba llegar hasta Ancud para rellenar el estanque, cuando ya nos acercábamos a esa ciudad, sonó el celular del Negro Núñez, habló un poco y me dijo, estaciónate al costado, hay problemas, lo hice y me contó que al carro de la lancha de Vinicio se le había salido una rueda y estaban botados a la orilla del camino en una curva muy peligrosa y nos solicitaban que volviéramos para ayudar a solucionar este grave problema, lo hicimos por supuesto con la mejor voluntad, al llegar al lugar nos dimos cuenta que era una zona de alto riesgo, pues se trataba de una curva con bajada y muy poca visibilidad y no era solo que se le hubiera salido una rueda, se desprendió toda la  masa y los rodamientos desaparecieron, dejando la punta del eje totalmente deformada.

La única solución era sacarlo y llevarlo a reparar a alguna parte, estábamos en eso, cuando pasó un taxista en su auto quien al constatar nuestra delicada situación, se detuvo y con muy buena voluntad nos dijo que conocía a un tornero que podría arreglarlo y que el nos guiaría hasta ese lugar, a raíz de ello, Don Vini me pidió a mi que en compañía del Negro y Roberto, lleváramos el malogrado eje hasta Ancud, así se hizo, montamos en gatas y chocos el carro con el bote encima y lo desmontamos completo después de soltar con gran dificultad, las oxidadas tuercas que llevaban un montón de años sin ser tocadas.

Lo primero que hicimos al llegar a Ancud fue cargar petróleo y dejar a Roberto, que tenía pasaje en avión para ese día, enseguida el dueño del taxi nos guió hasta el taller, llegamos allí alrededor de las 19 horas, hay que poner en contexto que era día domingo, conversamos con el maestro, hombre joven de contextura gruesa, que estaba disfrutando con su familia en ese día de descanso, en realidad nos dio lata interrumpirlo, pero que podíamos hacer, después que le explicamos detalladamente nuestra situación, dijo que efectuaría la reparación.

Haré una resumida descripción del torno que poseía, esta pieza de ingeniería era una mole de acero muy requeteantigua, tenía correas y poleas por todas partes, traqueteaba en forma estruendosa cuando estaba funcionando, no me dio mucha confianza, pero posteriormente demostró que si era uno muy bueno y su dueño un mejor tornero. El nos señaló que el eje era muy largo para la capacidad del torno, por tal razón era necesario cortarlo por la mitad para poder hacer bien el trabajo, me explicó detalladamente las razones y yo estuve de acuerdo, pero Núñez me llamó la atención, diciéndome que como se me ocurría autorizar tal barbaridad, yo le dije, Negro, es la única solución que tenemos, me apoyó el tornero agregando que el lo soldaría, reforzándolo con cuatro láminas de acero, uno por cada costado del eje, como no había ninguna otra manera de resolver este problema, Raúl a regañadientes accedió, cuento corto, lo partió por el medio y se procedió a tornar la punta malograda, dejándola justo para que entraran los nuevos rodamientos, mientras se hacía esto, nos señalo que a orillas del río Pudeto, había una desarmaduría de automóviles donde podíamos encontrar una masa en condiciones con rueda y todo.

Fuimos hasta ese lugar, ya estaba bastante oscuro, al llegar allí nos dimos cuenta que más que una desarmaduría, parecía un cementerio de cacharros, después de varios gritos, salió desde un abollado contenedor que hacía de oficina, un personaje de mediana estatura, somnoliento, con la cara retostada por los vientos del sur, vestía pantalones manchados de aceite, una chaqueta de cuero de mil batallas y en la cabeza una gorra marinera muy carreteada, nos saludamos y le dijimos lo que necesitábamos, como previamente le habíamos echado una mirada a los cacharros, le señalamos una destartalada camioneta de un azul desteñido que tenía las ruedas delanteras mas o menos en buen estado, le preguntamos el precio pero nos dijo que estaban reservadas para otra persona, le volvimos a explicar nuestra apremiante situación, después de ello y tras hacerle una mejor oferta accedió. A fin de alumbrar el lugar, trajo desde el contenedor una maltratada lámpara de velador con un largo y parchado cordón eléctrico. Para poder sacar una de las ruedas, hubo que levantar la cacharra usando un chuzo como palanca, ya que no tenía ninguna gata apropiada, después de varios martillazos, empeños y tirones salió la rueda completa, pagamos lo acordado, le agradecimos su disposición y nos despedimos.

La llevamos hasta la tornería, ya era entrada la noche, el maestro midió con un pie de metro su abertura central y también el espesor del eje reparado y concluyó que calzaban perfectamente, pero dado que los rodamientos estaban en pésimo estado nos señaló que teníamos que ir a comprar unos nuevos ¿dónde?, le preguntamos nosotros, eran las 23 horas de un domingo, además ese día era especial, pues se llevaba a efecto la Teletón, con mucha voluntad nos acompañó hasta la ferretería de un conocido suyo, que por supuesto estaba cerrada y tampoco había nadie, concluyó que el dueño estaba en la plaza con casi toda la gente de Ancud, presenciando el espectáculo que ofrecía este magno evento, partimos para allá y después de mirar y recorrer como media hora, logramos ubicar, entre un mar de gentes, al dueño de la ferretería con su familia, nuestro reciente amigo el tornero le explicó la situación en la que  nos encontrábamos, debido a lo cual accedió a ir a vendernos los necesitados cojinetes, encontramos los apropiados, cancelamos, le dimos las gracias por su buena voluntad y partimos de nuevo a la tornería, el eje estaba totalmente reparado, contento de haber logrado todo, el tornero se dispuso a montar la rueda, pero por alguna razón imponderable un rodamiento quedó un  pelo chico, no entraba, el eje no se podía volver  a cortar, por tal razón le dije al maestro, que bajo mi responsabilidad lo galleteara, es decir desgastarlo con un esmeril portátil, después de hacer este artesanal ajuste con  mucho cuidado, al fin entró y se montó la rueda, pagamos todo, que bien mirado no fue mucho, nos despedimos y le dimos una vez mas las infinitas gracias por lo que hizo y también por su buena voluntad.

Llegamos amaneciendo al lugar del accidente, entre todos colocamos el eje en el carro, Vinicio aprobó sin objeciones lo que habíamos hecho, enseguida que estuvo listo nos dispusimos a irnos, pero el vehículo de Aguayo no partió, tenía totalmente agotada su batería, debido a que toda la noche, por precaución, los intermitentes estuvieron funcionando, como último acto de este drama tuve que sacar la batería de mi camioneta para poder hacer partir la de el, una vez que anduvo recuperé  mi acumulador, Don Vini puso el suyo y partimos, llegamos al Canal de Chacao, cruzamos al continente, ahí tomamos un buen desayuno en una hostería, comentamos ampliamente durante el transcurso de este reponedor y abundante ágape, todo lo acontecido, reconociendo que gracias a la buena voluntad de muchas personas, pudimos solucionar todos los problemas, yo en todo caso quedé con la preocupación de que fallara la rueda reparada, pero esta y el eje siguieron funcionando en forma impecable, todos llegamos a nuestras casas sin problema, yo me quedé en Frutillar, Vinicio se fue a Dichato y el resto de los pescadores viajó hasta Santiago.

Como testimonio físico de este hecho inolvidable, quedó el eje del carro de Don Vini con un gran parche en el centro y en el lado izquierdo del mismo, una rueda afirmada por cinco tuercas y en el derecho una sujetada por seis con olor a herrumbre y a mar.

Por último, quiero rendir un sentido homenaje a todas esas personas que nos ayudaron a salir de ese difícil trance: el taxista, el tornero, el cuidador de la desarmaduría y el ferretero, todos ellos no tenían por qué haber hecho lo que hicieron, era domingo, además la Teletón tenía congregada a la mayoría de la gente del pueblo, pero lo hicieron, sacrificaron preciosos minutos de descanso para ayudarnos, pienso que de alguna manera desconocida, el espíritu solidario que reinaba ese día se  asentó en el corazón de los ancuditanos. No sé sus nombres, ellos tampoco nos preguntaron los nuestros, solo se que fue un grupo de seres humanos que se encontraron en una encrucijada de la vida y se tendieron las manos, creo que ese acto representa en su conjunto lo mejor del pueblo chileno.

No me queda más que en mi nombre y el de todos Los Magníficos decir, muchas, muchas gracias chilotes de alma grande.

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